El agobio de repuesto

TL;DR: auto fustigación y pesimismo ahead. Igual prefieres ponerte Les Luthiers para divertirte.

No se si es por ser programador, o por ser informático. No, debe ser por intentar sobrevivir como autónomo en España, luchando contra unos impuestos disparatados que no ayudan mucho al que gana poco. O directamente porque soy tonto del culo. El caso es que siempre ando preocupado. Agobiado. Por pequeñas cosas, cosas insignificantes, pero que están ahí. Y molestan.

Cuando estás sano, tienes una estupenda relación con tu mujer, dos hijos a los que quieres con locura, has estudiado lo que te gusta, tienes trabajo, disfrutas de tus padres y familia… Parece que quejarse no es una opción. Hay que ser tonto, ¿no?. Problemas del primer mundo…

Pero como me dijo una vez un compañero, cuando estaba empezando y me dedicaba a arreglar ordenadores «uno siempre quiere más». Y con el tiempo he acuñado esta frase: «cuando todo te va bien siempre tienes a mano un agobio de repuesto».

Siempre quieres más. Aquí está esa idea del deseo no satisfecho, una sed que no puedes apagar del todo, pero que muchas veces es sólo una fantasía. Uno piensa: «si pierdo cinco kilos me sentiré mejor y haré tal o cual cosa». O peor «cuando pierda 5 Kg hago esto o lo otro». Son fantasías, autoengaños. Perder los kilos probablemente no te haga tan feliz como esperas. Aprende a disfrutar del deporte que practiques para perderlos. Haz ahora lo que quieras hacer o no lo hagas, pero no lo pospongas.

Estos deseos me llevan, en mi caso, a comprar cosas para acallar que algo no va bien. Menos mal para mis finanzas (y mi salud) que las cosas que compro para generar dopamina son baratas: no soy un aficionado al juego, ni a los coches caros o las drogas (más allá del café). Me relaja mucho más comprar un viejo AMSTRAD CPC 6128 y jugar con él. Aunque no me hace tan feliz como había imaginado, porque las cosas no me pueden hacer feliz: sólo yo, reconociendo lo que tengo ahora, dando gracias por lo que tengo y disfrutándolo, podré ser feliz. No hay otra.

Las críticas

Siempre he sido así, desde que tengo uso de razón. He pasado rápido por encima de mis éxitos, porque me da un poco de pereza estar alardeando de cosas que pienso cualquiera puede conseguir, si se esfuerza. Y siempre me han afectado mucho las críticas. Pero no las externas.

Esas las escucho, pero he aprendido a aceptar sólo aquellas de gente que respeto, no del primero que pasa por la calle. Las que de verdad me machacan son las internas. Esa voz interior que no para de juzgarte. De recordarte cómo has fracasado en perder los 5 Kg. O cómo no has arreglado la cerradura del patio que está rota. O que no has escrito ese libro que querías. O que no ganas el dinero que suponías te iba a hacer feliz. Esa voz que es tu peor enemigo. Esa voz siempre trae el agobio de repuesto.

Este agobio, esta duda permanente en mi mismo y en si hago lo mejor o no tomando esta decisión o la otra me paralizaba antes muchísimo más que ahora. Antes me devanaba los sesos. Y sufría mucho. En silencio, como las hemorroides. Pero sufría. Así que empecé a leer libros de «autoayuda», a probar métodos de trabajo que me librasen del estrés, a hacer cosas en lugar de pensar en cómo hacerlas perfectas o si debería hacerlas.

Herramientas para salir del pozo

Por el camino he aprendido que apuntar todas las tareas en algún sitio, siguiendo el método GTD te libera de la obligación de recordar. Una vez apuntado ya sabes que tu lista de tareas se acordará. Que reflexionar con un mapa mental, pintando en un cuaderno, me ayuda a ver mejor las cosas desde arriba y a tomar decisiones. Que no hay que ver todas las tareas a la vez, sino visualizarlas una tras otra. Es difícil luchar contra tantos problemas a la vez. ¿Pero contra uno? Seguro que gano. Me he ido conociendo y he desarrollado rutinas para trabajar mejor. Y me autoengaño, por ejemplo, empezando siempre con una tarea muy sencilla, casi absurda. Pero una vez has empezado, sólo hay que mantener la bola rodando. «El principio es la mitad del todo» (Pitágoras, sí, el culpable de que suspendieras el examen de senos y cosenos).

Me he hecho un gurú de cartón piedra de la productividad personal. Y claro, uno piensa que «cuando me sepa organizar perfectamente el agobio se irá». Y, como todas las fantasías, se desvanece en contacto con la realidad. Hay días buenos. Y días malos.

Lo malo es que, una vez que tuviste un día muy bueno en el que fuiste un 150% productivo tu cerebro quiere que todos los días sean siempre como ese. Y claro, eso no puede ser. La vida cambia: te pones enfermo, se acaba la comida del frigorífico, hay que pagar los impuestos, se estropea el coche, un amigo te invita a su segunda boda… Hay que improvisar, adaptarse, vencer. Y no hay que sufrir porque hoy sólo has rendido un 50%

El resumen de todas las técnicas de autoayuda, productividad personal, herramientas, etc. es sencillo: haz cosas. Al hacer cosas te sentirás un poco mejor. Haz muchas cosas y te sentirás bastante mejor. ¿Meditación? Un 5% más de felicidad. ¿Deporte? Otro 10%. Tus aficiones, otro 10%. Ve sumando.

Soy un fraude

Pero todo esto no me quita la sensación de engañar a todo el mundo. Dicen que se llama síndrome del impostor. En mi caso lo soy. Un impostor, digo. Porque es muy difícil, al ritmo que cambian las tecnologías, mantenerte al día. Ser relevante. Aprender iOS, Objective-C, Xcode, Cocoa, sus patrones de diseño, a manejar herramientas como Instruments, git, organiza tu trabajo… Y luego métete con Android, Eclipse, Java, Android Studio…

Demasiado para mi. Me hago viejo y tonto. Si fuera tan listo como me gustaría habría montado una empresa de la que me sintiera orgulloso. O tendría un proyecto software libre que fuera mío. O al menos una biblioteca de funciones que valiera la pena. O un buen blog. O un libro… La realidad es que soy un fraude y no tengo nada de esto porque no doy el nivel. No excuses.

Sufro cuando tengo que enseñar a alguien. Siempre pienso que me van a pillar, que se va a descubrir el fraude, que todos van a ver que realmente no tengo ni idea. O cuando tengo que hacer una App para un cliente. App con la que tardaré más de lo presupuestado, perderé dinero como siempre y de la que no me sentiré satisfecho. Me hace gracia cuando me llaman «Senior» developer. Será por lo viejo.

Por eso no tengo la empresa. Por eso no publico el código que tengo. Por todo eso.

Hay días buenos, cuando ves que te acercas a tus objetivos. Otros no son tan buenos y sólo puedes agachar la cabeza y seguir avanzando. Y esperar que la cosa mejore.

Pero me gustaría tanto que todos los días fueran buenos…

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Simplificando lo que llevo en los bolsillos

Sigo simplificando. Son manías que tengo. O mejora continua. Interpretémoslo como queramos. Pero me relaja. Me quita presión.

El caso es que, en parte inspirado por dos ideas inconexas y que he leído con mucha separación en el tiempo, pero que estaban ahí en mi cabeza, he simplificado dos cosas que habitualmente llevas contigo además de tu móvil porque no caben en él: la cartera y las llaves de casa.

La primera idea me vino de una charla de la conferencia iOSDevUK del año pasado. Esta propuesta de Alan Cannistraro, es que en el móvil van convergiendo muchas cosas: la cámara de fotos de apuntar y disparar, el reproductor de música, la grabadora de vídeo, etc. Pero hay dos cosas que se resisten, aunque poco a poco irán convergiendo: las llaves de casa y la cartera.

Así que me he puesto manos a la obra y he simplificado ambas.

Mi cartera

Llevo usando la misma cartera probablemente desde hace doce o más años. Me la regaló mi mujer, y no quiero cambiarla. Tiene el tamaño para los billetes de pesetas que había antes, y los de Euro no caben perfectamente sin doblarlos. Pues se doblan y punto. Es de una calidad excepcional y con el uso y el paso del tiempo se ha amoldado a mi mano y se ha deteriorado muy poco. Quiero que cuando empujen mi cuerpo con el pijama de madera puesto para quemarme la lleve en el bolsillo: esta cartera me entierra.

Foto de mi cartera abierta

El caso es que estaba llena de cosas que no uso, para variar. Así que he hecho limpieza y ha quedado ultra-slim

  • he sacado todas las tarjetas de puntos. He unido las que de verdad uso. El resto, las que no uso, a la basura. Y las de viajes (hoteles, AVE, etc.) las he puesto juntas en una funda de plástico que va en la mochila. Así no se me olvidan en los viajes y no me pesan en el día a día.
  • es increíble, pero había tarjetas caducadas en la cartera. Estas a la basura por el camino más corto.
  • lo mismo para tickets, cupones, papeles, etc. Todo fuera.
  • he quitado los abonos de EMT de Madrid y TMB de Barcelona (sí, voy tanto que llevo de ambos) y a la funda de los viajes. Menos cosas.

Ahora dispongo de una cartera que guarda justo lo necesario. Cabe mejor en el bolsillo y me agobia menos cuando la saco, sin papeles que se caigan y sin aspecto de estallar en cualquier momento. Menos estrés.

Mis llaves

Esta idea viene de un post de Patrick Rhone que leí hace un tiempo. Aunque el post en sí es del 2008, creo que lo he leído hace un par de años o así. La idea clave es:

Any key I don’t absolutely need on a daily basis gets taken off and hung up on a rack by the door at home. I don’t even have a fob on the keychain, it is just a ring

En mi caso, siempre cargaba con dos llaveros. Tengo una casa donde vivo, y un pequeño apartamento. Bueno, tengo las hipotecas, las deudas y la esclavitud asociada. El resto lo retiene el banco. Un trato del que no me quejo: sin su dinero, yo no podría entrar en esas casas, pero aún así me gustaría ser más un cliente del banco y no su rehén.

En tu caso, pueden ser tus llaves y las del trabajo, o las de casa de tus padres. El caso es que siempre llevaba todas las llaves (7 en total, en dos llaveros). Y me senté y empecé a pensar.

  • ¿para qué cargar con las llaves de los buzones? Sólo puedo abrirlos cuando esté en las casas. Y prefiero tener una llave del buzón a mano en la casa y cuando tire la basura, miro el buzón. Y no cargo con ellas siempre. He dejado una en casa, otra la llevo. Una llave menos.
  • en la casa la cancela tiene dos puertas: para el coche y para pasar al patio anterior. Dado que cerrarlas con llave no tiene sentido (son bajas y cualquiera con malas intenciones puede saltárselas) nunca las cierro, salvo cuando me voy de vacaciones (hablemos de falsa sensación de seguridad…). Pues se quedan en casa. Dos menos.
  • Ahora que miro, me quedan sólo cuatro llaves. Las he reunido en un único llavero. Que sigue teniendo un adorno. Estos adornos sólo sirven para distinguir rápidamente entre los llaveros colgados tras la puerta. Sería mejor tener anillos de distintos colores. Que por cierto es lo que voy a buscar, y si lo encuentro cambiaré el aro. De momento, he quitado el adorno mientras escribo esto y, de paso, para distinguir mejor las llaves, he pintado un poco una con un rotulador indeleble. A ver si aguanta.
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Accediendo a todos los iconos de la barra de menús del Mac

Una de las cosas que siempre me ha gustado más del Mac es que la barra de menús no está pegada a la ventana. Siempre en su sitio, sabes dónde tienes que mirar para encontrar una opción. Como en el Amiga OS, por cierto. Estoy tan acostumbrado, que las ventanas de Windows con los menús pegados ahora se me hacen raras. Cuestión de costumbre supongo.

Junto con los menús me he habituado a acceder a muchas Apps a través de sus iconos en la barra de menú. Como una especie de accesos rápidos, me resulta sencillo hacer click en alguno de esos iconos para consultar algo, por ejemplo de Dropbox, o BitTorrent Sync, o Evernote. Y tiendo a tener muchos iconos ahí arriba.

Lo cual no da demasiados problemas. Siempre que esté en el iMac de 27″, claro. Dado que la barra de menús comparte este espacio con los iconos, si el programa que tengo en primer plano (y cuyos menús se están mostrando) tiene muchos apartados, estos acaban tapando a los iconos. Se ocultan, para dejar paso a las opciones de la App. Lo cual tiene lógica. Y claro, en el iMac esto no me pasa nunca. Pero en el MBP 13″ no retina, con su resolución anémica esto sucede constantemente. Y si estoy conectado a un proyector (que suelen venir directamente de 1997, con una fantástica resolución de 1024×768) es para directamente pegarse un tiro.

En un curso hay veces que comparto la conexión con el iPhone y quiero cerrar Dropbox, para que no sincronice usando la 3G y se coma el plan de datos del móvil. Y es casi imposible llegar al icono de Dropbox: todos lo tapan, pruebo cambiando con Cmd+Tab de programa, hasta encontrar el que tenga menos opciones de menú y así no tape los iconos… un rollo. Hasta que descubrí AccessMenuBarApps.

Access Menu Bar App

Access Menu Bar App

AccessMenuBarApps es una pequeña utilidad que, una vez lanzada, puedes activar con una combinación de teclas (en mi caso con Mayúsculas izquierda + Esc) y que «limpia» de opciones de menú la barra superior. Es un gustazo, cuando estás conectado al proyector, poder llegar así a todos tus iconos, de un teclazo. Se ha convertido en una herramienta básica de mi día a día. Y encima es gratis. Se merece una donación ¿no?.

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Mi rutina diaria de trabajo

Trabajar por tu cuenta es el sueño de muchos. Tiene muchas cosas buenas, como poder decidir el horario que mejor se ajusta a tu vida y tus necesidades, y la posibilidad de cambiarlo para adaptarte a éstas. O (algo muy importante para mi), poder escoger las herramientas con las que te sientes más productivo, o que te gustan más. Así, no tengo que usar un PC polvoriento con XP, o un teléfono del Pleistoceno (eso sí, corporativo). Puedo invertir mi dinero en el equipamiento que, dentro de mis posibilidades, más feliz me haga.

Pero también tiene sus cosas no tan buenas. Toda la responsabilidad es tuya. Si te equivocas en algo, o la pifias, no hay excusas. No hay equipo del proyecto en el que envolverse. Ni un jefe que te cubra las espaldas (sí, por increíble que parezca, yo creo en los jefes que dan la cara por sus equipos; incluso cuando me ha tocado ser jefe me he llevado yo las tortas antes que mi gente, pero eso es otra historia). Cuando trabajas por cuenta ajena no hay que pensar tanto: tienes que ejecutar el trabajo que te mandan. Y tienes la seguridad de un sueldo a final de mes. Por cierto, si sientes que tu trabajo no es seguro, que ganas poco y tienes muchas responsabilidades, igual deberías plantearte montarte algo por tu cuenta…

Bueno, al grano, que me pierdo. Una de las cosas en las que hay poco que pensar si eres trabajador por cuenta ajena es el horario: normalmente tienes que tragar con el que te propone tu empresa. Pero si trabajas por tu cuenta y en casa, esto del horario no es tan sencillo. Para empezar la familia tiende a pensar que, como estás en casa, puedes hacer a la vez las labores domésticas. Es decir, que como estás en casa, no estás trabajando. Y si tienes niños, la cosa se pone peor: hay que levantarlos, vestirlos, ponerles el desayuno, llevarlos al colegio, etc. Y claro, quieres hacer algo de deporte, lo justo para mantener la barriga dentro de unos límites razonables. Y hay que mantener la casa. Y trabajar.

Así que lo primero es dejarte llevar y mimetizarte con un horario de 9 a 5, 8 h como el resto de los mortales. Hasta que ves que no empiezas a las 9, sino a las 9:30. Y que te cansas, porque 5 h seguidas pensando, aunque hagas descansos, es mucho tiempo. Y que te interrumpen con llamadas al principio de la jornada, cuando estás más fresco. Y que al final del día no tienes ganas de hacer deporte, no tienes energía para nada y no te sientes bien, porque no has cumplido con todo lo que esperabas. Y no eres feliz.

Empecé a hacer pruebas y, en mi caso, he llegado a varias conclusiones:

  • no son necesarias 8h de trabajo al día para rendir como 8h. 8h de oficina incluyen las charlas con nos compañeros, las paradas en la máquina del café, los correos con chistes de los amigotes, las interrupciones constantes, las reuniones… Cuando sólo estad tú, este panorama cambia de manera radical.
  • en la oficina el horario es contínuo, que no la concentración ni la creatividad. Por eso vienen las visitas a las máquinas de café. Hacer bloques monolíticos de esfuerzo mental seguido no funciona. Hay que parar de vez en cuando.
  • el móvil, pese a lo que muchos piensan, es perfectamente capaz de informarte de las llamadas perdidas. Por eso, no te obsesiones en tenerlo siempre preparado para descolgar. Cuando hay que trabajar, lo mejor es quitarle el sonido y ponerlo boca abajo. Ya luego devolverás las llamadas cuando te venga bien a ti.
  • tú eres tu peor enemigo. Tú te distraes. Tú tienes que motivarte. Tú te organizas. De nuevo, el peso de la responsabilidad total. Hay que metalizarse.

La rutina

Evidentemente no puedo seguirla todas las semanas. Las semanas que tengo curso, todo se rige por el horario del curso. Pero las que estoy en casa intento seguir este horario:

  • me levanto temprano. A las 5:30 o las 6:00. Y me siento en el salón, con el portátil, que he dejado allí la noche anterior. He apuntado las tareas que quiero hacer, y a esa hora sólo programo. Ni correo, ni planificar, ni nada. Programar hasta las 07:30, que es cuando se empieza a despertar la casa.
  • de 07:30 a 9:00, dedico el tiempo a estar con mi familia. Mi mujer se va a su trabajo y así tengo tiempo de hablar algo con ella justo antes de salir. Voy a comprar el pan. Despierto a los niños (si no están levantados ya) y preparamos el desayuno. Se visten, los peino, preparo su bocadillo (o lo que toque) de media mañana. Les llevo al colegio. A las 9:05 suelo estar en casa. Me preparo algo para mantenerme hidratado (un té, manzanilla, lo que sea) y subo a mi oficina.
  • aquí empiezo el segundo bloque de trabajo. Leo el correo (a las 9:30, luego a las 12:30 y por la tarde a las 16:30). He configurado unas alarmas en un calendario llamado Hábitos. En este segundo bloque hay menos programación y más de otras cosas: preparar presupuestos, responder al correo, a los mensajes de LinkedIn, resolver alguna tarea que requiera de Internet (como mirar el banco, etc.). A las 13:00 paro (en días alternos) y, si puedo, me voy a correr media hora. Luego me ducho y voy a por los niños al colegio. Si no voy a correr, simplemente hago una pausa y sigo hasta las dos menos diez.
  • como en casa de mi suegra. Así los abuelos están con los niños y todos comemos comida de verdad. A las 15:00 estamos de vuelta en casa. Ventajas de vivir en un pueblo pequeño: los desplazamientos son instantáneos.
  • me acuesto la siesta. Me he levantado temprano y ya he trabajado, como mínimo, 4h y media. Es una siesta de verdad, de 40 min al menos. Cuando me levanto, me siento muy bien: he descansado y me he dado un pequeño lujo. Me preparo un café y encaro el último bloque de trabajo del día.
  • que suele ser de 16:30 a 18:30. A esa hora corto, y me pongo con otras cosas. Mi blog, jugar con el ordenador, hacer los deberes con los niños, recoger la casa, reparar algo… Lo que toque.
  • me acuesto temprano (antes de las 23:00). La clave para empezar bien el siguiente día es dejar el ordenador y las tareas preparadas ahora.

Como puedes ver, esta rutina no es la mejor para todo el mundo. Es la que mejor me funciona a mi, en este momento de mi vida. Probablemente cuando mis hijos tengan 15 años cambiaré cosas, porque no tendré que peinarles y eso. Pero ahora mismo, es la que, al final del día, me deja mejor sabor de boca y una sensación más clara de aprovechar el día.

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Ordenando CDs

<disclaimer>
Dada la edad del que escribe, voy a usar indistintamente 
CD por DVD y viceversa.
Me da mucha pereza hablar todo el tiempo de *medio óptico*
</disclaimer>

Si eres como yo, probablemente tengas montones de CDs y DVDs rodando por casa. En mi oficina, las estanterías estaban llenas de CDs cubiertos de polvo, sin ninguna inscripción ni nada escrito. ¿Contienen algo importante, están vírgenes?. Sólo mirar la montaña de tarrinas, cajas con CDs, cajas vacías, DVDs desparramados… me daba una pereza terrible.

Y sí, tuve otra edad en la que me copiaba software no legal. Hace ya bastante tiempo de eso, porque desde que uso Macs es muy raro que tenga que buscar algún programa pirata. Las tiendas de aplicaciones, Steam y los precios razonables, unidos a los bundles de aplicaciones han matado la piratería. Al menos para mi. Hoy día, antes de usar e instalar nada me pregunto si es imprescindible. Y si no le voy a sacar demasiado partido, busco una alternativa. ¿Realmente necesitas Photoshop o te vale con Pixelmator?

Hace una semana, a raíz de que estoy organizando y mejorando mi espacio de trabajo me lancé a ordenar la montaña amorfa de CDs y me resultó bastante más sencillo de lo que pensaba. Fue hasta divertido. Y tomé algunas decisiones que quiero compartir por si te ves en una situación similar.

Antes de empezar, quizás el mejor consejo me lo dio por Twitter Albert Mata:

Tweet de Albert mata: "tira los CDs a la basura"

Pero ya había empezado y además era algo que quería hacer, por demostrarme a mi mismo que podía vencer el miedo al montón amorfo de CDs.

Vamos con los consejos

  1. Prepara un trapo para quitar el polvo. Las cajas de CDs/DVDs y los CDs desparramados son un imán para el polvo.
  2. Si vas a guardar las cajas transparentes de CDs, prepara una caja más grande para almacenarlas, o un cajón. En mi caso, tenía una caja de Ikea libre y la etiqueté con mi Dymo Letratag. Queda muy bonita y se lee desde cualquier sitio.
  3. Toma un montón de CDs y ponlos en tu mesa. Da igual por dónde empieces. Ponlos ahí y empieza por algún lado, pero empieza.
  4. Tira CDs. De manera agresiva. Muy agresiva. Todo lo que tires no lo tienes que ordenar.
  5. Ve tomando CDs de uno en uno y ponlo en uno de estos montones: la papelera (el montón más importante), CDs originales y con carátulas bonitas, CDs con backups de programas (como Office, S.O., etc.), CDs con backups de juegos, CDs con datos propios (fotos familiares, vídeos de los niños, presentaciones, documentos, backups), CDs con media (películas bajadas con torrent, CDs de música, etc.) o CDs en blanco.
  6. Saca todos los CDs no originales de las cajas y ponlos en las bobinas de los CDs (si las tienes). Es la forma más eficiente de almacenarlos. No te preocupes ahora de qué habrá en la parte inferior de las bobinas. Avanza.
  7. ¿Has tirado suficientes CDs? Vuelve a pensarlo y tira más cosas. ¿Realmente necesitas copias de todas las distros Ubuntu que han existido?
  8. Cuando acabes, el montón de cajas de CDs será lo más voluminoso. Guárdalo y verás el enorme avance que experimientas. Te quedan de pronto unos cuantos montones y bobinas de CDs. Nada de lo que asustarse. Ya no es amorfo.
  9. Para dar el último toque, crea una libreta en Evernote y llámala «Listas de CDs» o como te parezca. En esa libreta, crea una nota por cada montón de CDs. Anota en estas notas listas numeradas (Evernote va generando los números) con los títulos de los CDs que hay en las bobinas. Así, si alguna vez necesitas un programa antiguo del que tienes una copia, o una máquina virtual con un Windows 98 que almacenaste en un DVD, primero la localizas en Evernote y luego ves en qué zona de la torre debe estar.
  10. Lo bueno de usar Evernote es que, si localizas algún papel con instrucciones sobre cómo instalar algo, o con una clave, que dejaste anotado hace tiempo, puedes añadirlo a la lista sacándole una foto con la cámara de tu ordenador. Sencillo y muy rápido. Y Evernote busca texto dentro de tus imágenes, lo cual es bastante chulo.
  11. Copia las películas a tu HD de películas. Los CDs ripealos en iTunes. Y tíralos a la basura. Ya.
  12. Crea una carpeta en tu HD de datos externo (si es que lo tienes) y copia los CDs de datos (con presentaciones, o fotos). Si están repetidos (ya tienes esos datos) márcalo en CD con un «repetido». Para eso tienes montones de marcadores permanentes para CDs. Aunque siempre queda más bonito con la Dymo.
Torres de CDs

]5 Torres de CDs

Tras esto, tendrás claro qué había en la montaña de CDs, tendrás menos cosas que almacenar y el impacto visual en tu estantería/cajón/armario/mesa será mucho menor. Y habrás vencido un miedo.

Puedes irlo haciendo poco a poco, pero en dos tardes lo tienes listo. No le des más vueltas y ve a por ese montón. Te sentirás mejor persona.

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Organizando mi espacio de trabajo

El verano es tradicionalmente tiempo de reformas. No se por qué, pero nos ponemos a hacer obras siempre cuando hace más calor. Será porque hay más tiempo. Siguiendo esta tradición, me he lanzado a cambiar cómo tengo organizado el espacio en mi oficina en casa, moviendo mesas, recableando cosas, moviendo software entre ordenadores… Pero primero, un poco de historia.

Mi Oficina en casa

Dado que trabajo en casa (cuando no estoy por ahí impartiendo un curso o en algún congreso) dediqué una habitación para tener un pequeño estudio. Inicialmente era una habitación de mi casa, que usábamos mi mujer y yo. En aquella época tenía un PC con Linux que hacía las veces de servidor y un portátil, mi Dell Inspiron, que aún conservo (para juegos retro y cacharreo con XP). Vinieron los niños, y esa habitación se usó como un cuarto para juegos. Así que me construí una habitación en el patio, desconectada del resto de la casa y allí puse la oficina. Esta es la solución ideal si tienes que trabajar en casa, pero no está al alcance de todo el mundo: si vives en un piso, directamente no puedes. Y en mi caso está justificada (creo) porque me dedico profesionalmente a trabajar desde casa.

El caso es que cuando dispuse de la habitación, la llené de todos los chismes que tenía amontonados en el otro sitio. Libros, cómics, ordenadores, ordenadores retro (AMSTRAD, Spectrum, Amiga, etc.) y las cosas de trabajar. Dado que el hombre es un animal de costumbres, le mantuve a mi mujer su espacio reservado, su mesa. Y empecé a trabajar. Al principio, dado que tenía sitio, fui almacenando cada vez más cosas, sobre todo retro informática, con una suerte de Síndrome de Diógenes. Llegué a tener de todo, hasta tres Apple Power Mac G5 (que ocupan bastante sitio), junto con una serie de servidores Sun donados por Isotrol, monitores, etc. Y allí trabajaba, entre el montón de cacharros y cosas.

Dado que tendemos a llenar de cosas que no usamos cualquier hueco libre (primera Ley de los chismes inútiles de Diego Freniche) llegó un momento en que tenía muy poco sitio para mi. Y era un poco agobiante todo. Empecé a leer sobre tendencias minimalistas, pero yo nunca he sido de esos, especialmente con mis «juguetes». Tuve que ser minimalista obligado cuando era un chaval y no podía tener el ordenador que quería. Ahora, si me apetece tener un cacharro (que vale muy barato normalmente o es incluso gratis) me lo compro y punto. Siguiendo algunas de estas premisas minimalistas (pero no todas) empecé a darme cuenta que tener tantas cosas me ocupaban espacio físico y mental, y me costaban dinero. Había construido una habitación para trabajar mejor, pero la realidad es que tenía un almacén. Así que empecé a dar, donar, ceder, tirar y vender todo aquello que no podía justificarme mantener. Me deshice de monitores de tubo, de mi PC, de todos los Power Mac G5, de un par de Macs retro que doné a la ETSII de la Universidad de Sevilla, impresoras de tinta…

Pero seguía sintiendo que el espacio no estaba aprovechado. La mesa de mi mujer (que ya nunca viene al nuevo estudio) seguía allí, y se amontonaba de papeles y cosas. La usan ahora mis hijos para colorear dibujos mientras que yo hago cosas en el ordenador. Pues bien, esto ha cambiado. He pensado que dando un cambio físico (que puedo ver) me forzaré a un cambio interno que me haga empezar de una vez, con el ritmo pausado pero intenso que quiero tener. Productividad sin agobios.

Hice una galería en 2011 mostrando cómo estaba entonces la oficina. Por si quieres contrastar.

La nueva distribución de mesas

En una visita este pasado Invierno Migue Terrón lo primero que me dijo al ver mi estudio fue «pon esas mesas en L». Parecía una buena idea, pero me parecía un sacrilegio invadir el espacio de mi mujer. Y un montón de trabajo. Finalmente me he puesto manos a la obra y así han quedado las mesas, en L. Pero no sabía qué hacer con los ordenadores. Si sólo tuviera uno no habría que pensar tanto, pero estos son los problemas que a veces nos creamos por la abundancia de recursos. Gestionar la abundancia ocupa tiempo. Por ejemplo, si sólo tienes un iPod, está claro cómo organizar tu música. Cuando tienes tres, les buscas un cometido a cada uno: «éste para los trayectos de casa al trabajo, con podcasts, éste para correr y el otro con mi música». Sí, pero ahora tienes que sincronizar tres aparatos.

Pruebas con la mesas

Tras varias pruebas y consultas por Twitter, vi la luz. Lo que necesito para sentir ese boost productivo es crear una zona de trabajo separada de la zona de juego. Actualmente uso el iMac para jugar tanto como para trabajar. Y creo que eso hace que no me ponga en modo trabajo al sentarme con el iMac. Como el portátil sólo lo uso para trabajar, si siento ese cambio al modo ponte a currar automático cuando lo enciendo.

Resultado final

]8 Resultado final

Mi mesa de trabajo

Mi mesa de trabajo

]9 Mi mesa de trabajo, con el iMac 27″

Es mi mesa de siempre, que he tenido que mover y poner frente a la ventana. Pronto pondré una cortina, para disminuir el resplandor, aunque uno puede esconderse tras las 27″ del iMac sin demasiados problemas de deslumbramiento. En esta mesa sólo está el iMac. Lo he usado en los últimos años acompañado de una TV/monitor que me hacía de segunda pantalla. Algo muy útil, y de lo que me ha costado desprenderme. Pero me relaja ver la mesa sólo con el iMac, teclado, Magic Trackpad y Magic Mouse. A un lado de la mesa de trabajo, colgando de un soporte para poner la caja de un PC, está mi Drobo, la Time Capsule, un HD para guardar películas y un router Wifi con el que creo una segunda red inalámbrica en casa. Bajo la mesa están los SAIs, que dados los problemas de microcortes que tenemos aquí en El Saucejo, son imprescindibles. Y los cables se recogen (más o menos) en una bandeja porta cables de Ikea. Bajo la otra mesa, en la L, está la cajonera, que ahora no me agobia al sentarme.

Ventajas de esta distribución: tengo mucho más espacio en la mesa, al tener menos chismes. Y bajo mis pies. La habitación parece mayor, y tengo la cajonera mejor situada.

Desventajas: estoy sentado frente a la ventana, lo que puede deslumbrarme. Esto voy a solucionarlo con una cortina que me filtre el exceso de luz.

La mesa de juegos

La mesa de juegos

En la mesa de mi mujer he colocado todo lo necesario para cacharrear y jugar. Allí he llevado mi TV/Monitor, que utilizo para conectar mis retro ordenadores (Amiga 1200, Spectrum, Commodore) cuando quiero hacer algo con ellos. Esta TV está ahora conectada por un lado a mi Mac Mini G4 con MorphOS, y por otro a mi Mac Mini, que compré inicialmente para hacer de media center, pero que finalmente sirve, con bootcamp, para jugar (Windows) o trabajar (Mac).

En esta mesa he colocado el Griffin Elevator para dejar el portátil cuando tengo que sincronizar ficheros o hacer algo. Cuando estoy en la oficina no suelo usar el portátil y tiendo a usar más mi iMac. Así que he desterrado al portátil de la mesa de trabajo. Esta segunda mesa dispone también de mucho más espacio, así que es más sencillo colocar los ordenadores retro cuando quiera. Le he dejado una silla más incómoda, para no estar tanto tiempo jugando.

Reorganización lógica

Ahora viene otra reestructuración, en la que hay que esforzarse pensando y no moviendo muebles. Y creo que es peor. Dado que voy a dedicar el iMac a trabajo, tengo que borrar los juegos y Steam del Mac. Todos los juegos van a ir en la partición Windows 7 del Mac Mini. Así, cuando me apetezca jugar, tendré que encender el ordenador y cambiarme de mesa, lo que lleva su rato y además es un aviso claro de no estás trabajando, cuando a lo mejor es lo que deberías estar haciendo. Así espero trabajar 100% en horario de trabajo, y descansar 100% en horario de descanso. Que si no, luego hay que echar tiempo los fines de semana y a deshora, y es un rollo. Trabajar cabreado, estresado y de noche no es nada minimalista ni gurusero. Es un tostón.

Eso sí, esta reorganización la voy a hacer poco a poco, fraccionando cada paso en tareas en Things, siguiendo GTD. Porque si no, cualquier reorganización suficientemente larga es indistinguible de una procrastinación permanente. Y se supone que con este cambio quiero trabajar mejor.

P.D.: soy un yonki del porno informático, y una de sus categorías son fotos de oficinas y espacios de trabajo. Si tienes la tuya y quieres ponerla en los comentarios, me encantará verla.

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Mi nueva máquina y por qué no me he comprado un rMBP

Foto de mi MBP 13 pulgadas abierto, con Safari corriendo Hace ya un tiempo que estoy por esas carreteras llevando mi nueva máquina, entre curso de iOS y Android. Lo anunciaba en Noviembre, mientras lo esperaba. Es un MBP 13″ no retina. Y para colmo con la CPU menos potente que vende Apple, un Core i5 dual core a 2,5 Ghz. «¿Cómo?», se preguntarán algunos, «¿todo el día hablando de tecnología y te compras eso?». Pues sí. Os cuento qué máquina me he comprado, las razones que me llevaron a ella y cómo la uso.

La máquina

Ventana Acerca de Este Mac abierta, mostrando las características del MBP

El equipo en sí es un MBP 13″ no retina, de Julio 2012. Por ello, tiene una resolución de pantalla infame (1280×800) pero a cambio tiene otras cosas muy interesantes dentro de su cuerpo unibody de aluminio: USB 3, una CPU que al tener dos núcleos con hiperthreading, se convierten en cuatro núcleos de ejecución, una tarjeta gráfica HD 4000 (no demasiado buena, pero es lo que hay) y un HD de 500 GB bastante lento. Dado que la máquina es capaz de direccionar hasta 16 GB RAM, pensé que en lugar de poner una CPU enorme era mejor equilibrar el rendimiento global del equipo. Así que compré un par de módulos de 8 GB y un SSD de 256 GB. En cuanto me llegó, le monté el SSD y la memoria y el rendimiento global es bastante impresionante. Evidentemente, un rMBP de 15″ tendrá el mismo rendimiento o más. Entonces ¿porqué esta?

Mis razones

El retina MBP es una máquina impresionante. Es como mirar al futuro y ver cómo serán los ordenadores dentro de cinco años. Pero mi equipo, además de mirarlo, tengo que usarlo. Y mucho. Y lo uso para dos tareas muy concretas: programar en el sofá o llevarlo a los cursos de programación que imparto. Así que casi todo el tiempo es acerca de programar. Una mayor resolución siempre es bienvenida (y ya me he quejado antes de la triste resolución máxima del MBP 13″, máxime cuando el MBA 13″ tiene 1440×900), pero entre la resolución retina y todo lo que pierdes a cambio, preferí el resto. ¿Y qué pierdes?

  • sensor de infrarrojos. No está en el rMBP. Ya no puedo usar mi mando a distancia Apple de aluminio para controlar KeyNote. Que sí, que puedo comprar uno BlueTooth, pero ya que tengo este y es sencillo de manejar…
  • indicador de batería. En el lateral del MBP 13″ hay una línea de LEDs y un botón. Lo pulsas y sin encender el equipo ves si tiene o no batería suficiente. Lo uso mucho.
  • puertos. Tengo discos FireWire que me gusta usar. Al igual que me gusta conectarme a la red con un cable Ethernet. Llámame viejo, o bien que 1Gbps siempre es más que 300 Mbps. Como tres veces más rápido y fiable. Ethernet no se «cae». O funciona bien, o se te ha quemado el switch. No hay otras calidades de servicio. Y se que tengo la posibilidad de usar el puerto Thunderbolt, en ambos equipos, pero no me gusta llevar adaptadores colgando, si puedo evitarlo.
  • posibilidad de ampliación sin hipotecarme. He podido ponerle un HD SSD y ampliar la memoria a mi MBP 13″. Al rMBP no se le puede ampliar, porque todo viene soldado.
  • mi mujer tiene un venerable MacBook blanquito de 2007. Su cargador es compatible con el mío. Nada de MagSafe2 ni historias: si pierdo el mío o explota, tengo un reemplazo de emergencia cerca.
  • pasta. El rMBP cuesta bastante más que el MBP 13″ y en mi opinión, salvo la pantalla y que pesa algo menos, no me aporta demasiado por su coste. Prefiero buscar ese MBP 13″, ampliarlo y comprar Apple Care. Y ya, para rematar el ahorro, he comprado el equipo Refurbished, con lo que te ahorras unos buenos euros.

El equipo que pienso es el que más prestaciones te da actualmente a un precio razonable es un MBP 15″ con resolución extra (1.680 por 1.050) y pantalla mate y con 16 GB RAM + SSD. Al tener una gráfica discreta, es la mejor opción. Pero quería renovar mi viejo MBP 15″ del 2008 por lo mínimo posible, y además quería cambiar de factor de forma y pasar a algo más compacto.

El rMBP 13″ me parece una buena idea, pero esperaría a una segunda o tercera versión. No tiene sentido que lleve la misma gráfica y CPU que el no retina y que por esa resolución extra tengas que pagar 498 Eur.

Cómo lo uso

Mi MBP es el equipo que uso para los cursos y salidas varias: a Conferencias, Hackathones, reuniones de la NSCoder Night de Sevilla, etc. Es muy compacto y me transmite una sensación de solidez. Arranca en muy pocos segundos (menos de 10) y todo es instantáneo. Con los 16 GB de RAM, nada hace swap y todos los procesos tienen más memoria de la que puedan necesitar. Y el acceso a disco es muy rápido gracias al SSD. El S.O. está instalado en el SSD y los datos en el HD. Todo como la seda.

Además de para los cursos, cuando puedo levantarme temprano lo uso para escribir código en Xcode / Eclipse. Y probar las Apps. Para eso, es perfecto.

Pero no todo es perfecto. Alguien pensará qué pasa cuando necesito más resolución, para trabajar cómodamente o usando Pixelmator o similares. Respuesta sencilla: para esos casos tengo mi iMac 27″ con su segundo monitor de 24″. Creo que con 2560×1440 + 1920×1080 (5.760.000 pixeles) tengo de sobra. Y pensar que mi primer AMSTRAD, en su modo de máxima resolución (MODE 2) alcanzaba 640*200 (128.000 pixeles). Eso sí, en blanco y negro, o en mi caso, en fósforo verde encendido o fósforo verde apagado 😀

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Guardar las pestañas abiertas de Safari en Evernote

Soy un convencido del uso Evernote como «almacén digital total» desde que lo descubri gracias a ThinkWasabi. Leer el libro de Berto me ayudó a ver su utilidad: en un mundo con cada vez menos papel y más documentos digitales, las carpetas de las que habla David Allen en su libro de GTD para guardar los materiales relacionados con un proyecto se han encarnado en las libretas de Evernote. Evernote te permite acceder a esos trozos de información desde cualquier dispositivo: tu ordenador, el teléfono, etc.

Como consecuencia de este uso, para cada búsqueda de información que hago en Internet para un proyecto, voy creando un conjunto de notas que agrupo en una libreta: notas que redacto yo, páginas web interesantes, artículos que encuentro, etc. Por ej., preparando el viaje que voy a hacer en Septiembre al iOSDevUK me encontré con un montón de páginas abiertas en Safari: información sobre la conferencia, sobre el pueblo donde se celebra, sobre Gales, sobre el Galés (el lenguaje), etc. El caso es que, tras cerrar las petañas con las búsquedas de Google, tenía un montón de información interesante que quería seguir revisando en otro momento. La solución: copiar todas esas URLs a una nota de Evernote. Empecé, y cuando iba por la segunda pensé: «tiene que haber una manera más sencilla de hacer esto». Gracias a los cielos soy perezoso, y esa noche teníamos una reunión en la NSCoder Night de Sevilla. Allí planteé mi duda, y me respondieron con este script (no recuerdo quien, y me molesta, porque no puedo buscar en mis tweets para encontrarlo), que copia las pestañas abiertas de Safari en una nota de Evernote.

Guardar script como Aplicacion

Guardar script como Aplicacion

Si sigues los pasos de la web (haces click para abrirlo en el editor de AppleScript) puedes guardarlo como una aplicación. Esto te crea un fichero .app, justo como las aplicaciones que instalamos normalmente. Se usa abriéndolo (haciendo doble click sobre el icono, lanzándolo con Spotlight, vamos, como cualquier otra aplicación de tu Mac) y te creará una nota en el Inbox de tu Evernote con todas las pestañas que tengas abiertas en ese momento en la ventana de Safari. Yo antes de lanzarlo cierro las pestañas que no me interesan para la «foto» y uso la opción de menú de Safari Ventana > Fusionar todas las ventanas. Así tengo una sola ventana con los tabs que quiero guardar. Por rizar el rizo de la productividad, tengo asociado en Keyboard Maestro una secuencia de teclas a ambas acciones, así que me resulta muy sencillo.

 

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Una mañana de trabajo cualquiera

Me paro un momento y miro en lo que estaba trabajando, y los programas que tengo abiertos ahora mismo, y no puedo evitar pensar que soy lo más alejado del minimalismo. Al menos en lo que se refiere al ordenador. Era minimalista cuando no tenía dinero más que para mi querido Amstrad CPC 464 con el monitor fósforo verde, con su unidad de casetes. El único periférico que tenía era un Joystick. Y a usarlo. Pero veía en las películas a gente en países lejanos y extraños, en salas llenas de ordenadores.

Como el programador de Parque Jurásico (que, por supuesto, además de ser el malo, cobarde y torpe, estaba mal pagado y era gordo y feo). Por cierto, si veis de nuevo JP os llamarán la atención dos cosas: una, que están programando fumando, algo impensable en cualquier entorno de hoy en día. La otra, que el sistema de «bug tracking» que usan es una libreta donde van anotando los errores 🙂

Volviendo al tema que me traía aquí, en esta mañana he comenzado programando en C, en el IDE Eclipse corriendo sobre Windows 7. Ese Windows 7 está instalado en mi MBP. Por si fuera poco frikismo, he usado el escritorio remoto de Windows para programar esos ejemplos en una ventana del iMac de 27″, que para eso tengo una pantalla grande. Mientras programaba iba actualizando la presentación de Keynote que acompaña al curso, en el iMac. Sonaba la música desde iTunes, donde estaba restaurando mi iPhone 3Gs con una copia de seguridad de ayer: mis niños han borrado algunas fotos en un descuido.

He terminado con C y me he pasado a WordPress. Arrancando una máquina virtual VMWare de Bitnami, que ya tiene un entorno WP completo sobre Linux, me he dedicado a crear un nuevo sitio para migrar una vieja web que hice hace ya la tira en Typo3. Es decir, instala plugins, widgets, temas, escribe posts, importa información, etc.

Ahora toca pensar en el próximo curso de Java EE que tengo que impartir a finales de mes. Java, Servlets, EJBs, JBoss, Eclipse de nuevo (aunque ahora en su «sabor» Java). Tendré que ojear un libro, que tengo en formato CHM (formato típico de Windows en otra época). Y luego, un poco de Objective C para comenzar un proyecto iPad que me han encargado. Tengo cosas que leer de UML…

Es por este desbarajuste de trabajo que tengo, con tantas tecnologías, frameworks, lenguajes, herramientas y entornos distintos por lo que amo a mis dos Macs. Necesito ser anti-minimalista, ya que si lo fuera no podría hacer la mitad de las cosas que hago. Esta es la razón de haber ampliado mi iMac a 12 GB de RAM. Aún así, procuro no instalar nada si ya tengo una aplicación que hace más o menos lo mismo, que si no acabas con un montón de aplicaciones similares que no acabas de dominar en profundidad.

Bueno, sigo, que quiero ir terminando. Que no hace mucho me comentaron que a lo mejor tengo que aprender CLIPS… 🙂

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Cómo gestionar un equipo de Geeks

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Etiquetas de un lenguaje imaginario de marcas, tatuadas: hay que ser Geek!

Hasta ahora, cuando he tenido que montar un equipo de trabajo (normalmente equipos de informáticos), se me ha dado bien porque he sido muy Patton, y eso es algo que cualquiera que piense en dirigir equipos de Geeks debería aprender. Quiero compartir algunas cosas que he aprendido, por experiencia y con muchos dolores:

Motivación

  • los informáticos necesitan de otras motivaciones, además de la pasta (que encima en España tampoco es para volverse locos). Dar las gracias por un trabajo bien hecho no cuesta nada y surte efectos increíbles. Es el «palmadita-power».
  • para un informático el último ordenador es normalmente lo que para el resto es un cochazo. Es un elemento motivador muy importante. Si les das el mejor equipamiento posible, les estás diciendo: «mira qué importante eres para mí». Por desgracia al revés también funciona esto, así que cuidado con el equipamiento basura. No hay nada más frustrante que tener que aguantar presiones para entregar algo y ver cómo el ordenador que tienes delante se desangra intentando compilar algo con Eclipse.

Gestión del equipo

  • hay que aplaudir los éxitos de tu equipo en público y vender sus progresos hasta la extenuación ante los estamentos superiores. Y las broncas, en privado. Sentido común, ¿no?.
  • mis hombres son cojonudos. Yo tengo el monopolio de las críticas sobre mi equipo. El resto del Universo que se queje a mí, y yo ya me encargaré de poner orden si es necesario. Pero eso de ir directamente contra alguien de mi equipo, ni en broma. Si yo estoy de gestor de personas, mid-management o como lo quieras llamar, hablas conmigo.
  • Enfoca a tu equipo y explícale qué necesita el cliente. Recuerda que son Geeks, y en ocasiones estarán obsesionados con conseguir que el código CSS de la web sea 100% estándar, aunque eso no lo pida ni lo pague el cliente. Lo que quiere el cliente es ver las fotos más grandes. No dejes que se obsesionen con un problema técnico, si no es parte de la solución o si hay otra disponible más sencilla: que apliquen la ley de Parkinson
  • Explica las razones de las decisiones. Si decides eliminar tal o cual servicio, o tirar a la basura código porque si no no llegáis a la entrega, explícalo hasta que tu gente lo entienda y acepte. No des pie a murmuraciones.
  • Tu papel

  • el coordinador, jefe o líder de un equipo de informáticos debe estar para solucionarles a ellos los problemas, pero no para hacer las cosas. Tu trabajo son los problemas de tu equipo. Busca al mejor equipo y dales las mejores herramientas y ellos se encargarán de resolver tus problemas.
  • si quieres respeto, además de autoridad, debes estudiar lo suficiente para entender, por encima, los problemas a los que se enfrenta tu equipo. Este trabajo es muy, muy difícil. Intelectualmente agotador. Y encima, cada 10 años casi todo ha cambiado. Por eso, que tu equipo vea que les entiendes, y que tienes cierto manejo técnico es impagable. En una ocasión me comentaron casi con lágrimas en los ojos que en una empresa el CEO hacía cambios al código fuente y subía versiones al SVN. De acuerdo, de acuerdo: las horas de un CEO son muy caras para hacer eso, eso no es su trabajo… o quizás sí: en esa empresa todos los programadores ven al CEO como su compañero y saben que en cualquier momento les puede leer su código. Ojo con los CEOs listos.
  • tú no eres el delantero. Ni el portero. Ni el defensa. Eres el entrenador y muchas veces, el utilero. Ellos meten los goles. Seleccionar a los mejores y hacer que funcionen como equipo es tu triunfo.
  • Reuniones

  • Si puedes, sé borde en las reuniones: pregunta sin miramientos si hay algún problema. Cuando comience la lluvia de llantos, hazles que te manden por correo una lista con tres puntos imprescindibles para mejorar su trabajo, excluyendo temas salariales. Te sorprenderá ver que hay un factor común enorme, y que dando flexibilidad en los horarios, teletrabajo (que para eso están las VPNs) y mejores equipos  la moral del equipo sube como la espuma.
  • * Siempre que puedas, no las tengas. Si las tienes, que alguien de tu equipo tome notas y las suba a un sitio compartido. Revísalas e intenta cumplir lo que pactes con ellos. Si no puedes cumplirlo todo, vete.

    Y, casi por último, que algo esté claro: tú estás ahí para coordinarles, motivarles, guiarles, o llámalo como quieras: mandar. La última palabra la tienes tú. Pero escúchales y habla con ellos. Aprenderás un montón.

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