Los ideístas

Idea, definición de la RAE

Primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo.

Ideísta (definición de Diego Freniche, sobre un palabro inventado por él mismo)

Dícese de aquel que considera ser la única persona capaz de tener ideas de negocio. Especialmente si se dirige a un informático que pretende trabaje para él gratis. Aunque el Ideista tiene muchas ideas, usualmente no puede transmitirlas al estar aquejado de NDAitis

Esos líderes

Ideístas. Tan tiernos. Me encantan. Asumen que, dado que eres informático, eres un tarado incapaz de diseñar un plan de negocio. Ya, quizá has cursado unos estudios, trabajado unos años y puede ser que te exprimas el cerebro cada día para aprender cómo conseguir que los ordenadores hagan más o menos lo que tú quieres. Pero eso no te exime, amigo/a: eres tonto/a. De remate.

Delante tuyo fluye imparable un río de dinero, pero eres tan anormal que no lo ves, no te das cuenta que sólo con tener una idea se abrirán las puertas del cielo, bajarán de las nubes unicornios vomitando arcoiris que pastarán billetes de a 100 Eur., generando pepitas de oro cada vez que levanten la cola en la pradera. Y serás rico. Y tu barriga desaparecerá. Y te crecerá el pelo. Y podrás ganar alguna negociación con tu mujer. Y todo con una idea.

Pero claro, como eres tonto, no ves que es tan sencillo. Por eso, prefiero tener yo la idea, que para eso soy el ideísta y que tú trabajes para mi. Con pasión y entrega, porque claro, si sólo lo haces porque te gusta, pero no pones pasión, como que eres un triste que medio lo intenta, pero que no merece su reconocimiento. Eso sí, gratis.

Porque todo ideísta es un Steve Jobs. Todos son Jeff Bezos, o Hewlett y Packard. Son líderes natos, a los que ni por un momento se te puede pasar por la cabeza dejar de seguir. Eso sí, no te presentan ningún track record, esto es, las grandes compañías que han fundado antes en base a sus ideas. Más que nada porque tienen la misma experiencia laboral que Paris Hilton. Son visionarios. No tienen obligación de demostrarte que sus visiones sean algo concreto, claro.

El contacto

Reconocer al ideísta es fácil. Tanto, que he creado una plantilla para buscar concordancia de sus mensajes. Os presento el ideísta-canvas:

Aquí podéis ver el esquema general de las cosas. Estos líderes tecnológicos, estos avezados descubridores de nuevos nichos de mercado en la economía de las Apps, son incapaces de registrar su propio dominio. Y siguen usando Hotmail. Te hablan de San Francisco, pero no te muestran las compañías que han creado antes. Tienen ideas pero ni zorra idea de cómo llevarlas a cabo. Te retan, ya que ejecutar su idea va a ser muy divertido y estimulante para tu cerebro. Porque a tí te gusta trabajar gratis. Reconócelo.

Y ellos no tienen un duro, claro.

Mi problema

Mi problema es que estoy contaminado, pero no se cómo explicarlo. Como pertenezco a una generación que extrae sabiduría de las citas de las películas, voy a usar una. Antes se extraían citas de la Ilíada. En Facebook se sacan de Paulo Coelho, uno de los escritores de pósters de gatitos más prolíficos que se conocen. El caso es que desde que escuché a El Jóker decir esto, no puedo evitar repetirlo siempre:

Si eres bueno en algo, nunca lo hagas gratis

Y claro, también está la hipoteca. Y los recibos de la luz y el agua. Y que me gusta que mis hijos tengan tres comidas al día. Y por desgracia, si me acerco a la tienda y miro a los ojos al dependiente, diciéndole de forma seductora: tengo una idea y por eso me voy a llevar seis rollos de papel higiénico gratis, porque para eso soy un líder nunca funciona. Mis poderes Jedi están oxidados. No soy un ideísta.

Y no lo soy, pese a haber fundado en el pasado una empresa (¿o fueron dos?). Pese a llevar unos años trabajando. Pese a pagar mis facturas ofreciendo mis servicios a clientes de verdad. Y, algunas veces, incluso teniendo ideas.

Porque esa es la otra: pese a ser un mero picateclas ¡igual también tengo ideas!. Claro, que lo complicado no es tener la idea. Lo complicado es ejecutarla. Y ejecutarla bien. Con un presupuesto. Y encontrando todos los problemas del mundo. Y contratando y despidiendo. Y luchando. Y pese así, triunfar, no quebrar, ganar dinero… Lo difícil es que hay que esforzarse, querido ideísta. Y tú no lo estás haciendo. Buscas a un pardillo que se esfuerce por tí.

Ayer tuve una idea: voy a ponerme como Arnold Schwarzenegger. El rollo es que hay que levantar pesas y eso. Ya me pongo mañana.

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Un día en «Teacher’s Hell»

Credit: http://www.flickr.com/photos/barkbud/4257136773/

Credit: http://www.flickr.com/photos/barkbud/4257136773/

He impartido muchos cursos a lo largo de mi vida profesional. Muchos. Muchas horas de formación. Es algo que me gusta mucho y me llena. Puedo explotar mi faceta de abuelo cebolleta y contar todas las batallitas que me apetezcan a un público cautivo que no puede huir a ninguna otra parte. Y encima me pagan por ello. Así qué todos contentos (menos los alumnos que tienen que aguantarme, claro)

Debido a esta experiencia acumulada, suelo preparar con mucho esmero cada curso. Reviso mi bolsa para comprobar que llevo el cargador del portátil, los cables de conexión al proyector, si llevo algún bolígrafo o libreta, el mando a distancia para pasearme mientras pongo alguna presentación en Keynote. Y voy preparado para todo. Bueno, para casi todo. Hace poco viví un completo Teacher’s Hell, una de las peores situaciones que he vivido. Hasta perder el avión de ida en el viaje a Panamá para el curso de Android que impartí en Julio me parece menos grave. Por la acumulación de problemas.

Llegué al aula con tiempo. Al menos, 40 minutos antes de empezar el curso. Empezamos a las 16:00 y acabamos a las 21:00, y son las 15:20. Así tengo tiempo de encender el equipo, probar el proyector, conectarme a la red, beber un café… Entro en el aula y todos los alumnos ya están allí, sentados. El proyector encendido. En tono de sorna digo «bueno, parece que hay ganas de empezar, ¿no?. ¡Eso es bueno, venís con ganas!». Mirada sería del responsable. «Diego, empezábamos a las 15:00».

De pronto, una sensación de caer en el vacío. El mundo se me viene encima. Una vez me presenté para un curso en la dirección equivocada y tuve que recorrer media Córdoba a la carrera. Pero llegar tarde, nunca, si puedo evitarlo. En mi calendario, apuntado el inicio a las 16:00. En la presentación del curso, igual. En mi mente, las 16:00. Reviso el correo, y efectivamente no aparece ninguna hora. Hablamos de «por la tarde». Probablemente asumí mal el horario, pero me extraña.

Me rehago. Saco el ordenador con una sonrisa nerviosa mientras me disculpo, lo enciendo y lo conecto al proyector. No se ve. Miro el cable de conexión al proyector: hay un bifurcador extraño, uno de esos cables en Y que permiten ver el proyector y la imagen en un monitor a la vez. Desconecto y conecto el proyector directamente al portátil. Se ve en la pantalla. Uf.

Tengo que dejarles los ejemplos a los alumnos, y además ellos deben conectarse a una B.D. MySQL que llevo en mi MacBook Pro. Es un curso de Hibernate. No MySQL == No curso. Pregunto por la WiFi. No hay WiFi. Bueno, sin problema, pienso: «me conecto con un cable Ethernet y listo». No, no tan rápido, la dirección de sistemas no te deja conectarte a la red, y además no vas a obtener IP con tu portátil. Bien. El entorno de desarrollo que traigo montado y la base de datos MySQL al infierno.

Bueno, aunque todo se tuerce, puedo montarlo todo durante el curso, mientras hablo de la teoría con mi keynote del Mac. El ordenador del profesor es un Dell con Windows XP. A fin de cuentas, me han dejado usuario y contraseña. Los introduzco y me sale el típico «tu contraseña ha caducado, y como veo que no tienes mucha prisa ahora mismo voy a molestarte un poco más obligándote a cambiarla«. Evito la tentación creciente de gritar y golpear algo. Me concentro e introduzco una contraseña segura, para evitar chorradas con el criterio de generación de contraseñas: «la contraseña es corta, debe tener mayúsculas, minúsculas y el Emoji de un caganet«. El ordenador me dice que no puedo cambiar la contraseña, que no tengo permisos para ello, pero que o la cambio o no puedo iniciar sesión. Llamo a soporte. Comento el problema, y lo solucionan de forma remota. Inicio sesión y se lanza un logon script de esos que tardan en una red corporativa medio año mientras un intérprete de comandos realiza tareas misteriosas. Tras lo que me parece una eternidad, llego al escritorio de XP.

Bueno, vamos a descargarlo todo: MySQL, etc. La velocidad de descarga se mide en Kbs, no en Mbs. Y son pocos. Estoy en el CiberDespacio. La descarga comienza a alargarse ante mis ojos, cansados y tristes. Los nervios aumentan. Se me acaba la teoría. No tengo BD. Tengo he pasar a los alumnos los ejemplos, esos que ya están en la carpeta pública de mi Mac, esa a la que no pueden acceder. Empiezo a pensar en preguntar por un cable serie Null-Módem para pasar las cosas, pero me muerdo la lengua. No hay red, y me acuerdo de la cita de Tanenbaum: «Never underestimate the bandwidth of a station wagon full of tapes hurtling down the highway». Tiro de USB.

Disco Kaput

Vamos con el pendrive. Saco mi flamante pendrive de 4GB. «Lo copio todo aquí, se lo paso a un alumno, lo pone en la red y listo». Parece que hay un servidor de ficheros, así que probablemente lo use. Introduzco el pendrive en el Mac. Aparece un error en pantalla. Algo de que copie los datos, que está mal el pendrive. No me lo creo. Parece que lo voy a tener que formatear. Ya formalmente cabreado, abro la Utilidad de Discos. Voy a darle formato FAT, que luego hay que usarlo en un XP y no quiero más problemas a estas alturas. No puedo. Me dice que el sector cero está defectuoso y que tire el pendrive. A estas alturas, empiezo a mirar alrededor buscando la cámara oculta. He llegado a la hora que no era, estoy sin WiFi, sin posibilidad de conectarme a la red, sin pendrive… Pregunto a los alumnos. Ninguno tiene uno encima. Quiero morir.

Utilidad de discos no puede formatear el disco

Hablo con el responsable del curso, que amablemente me ofrece uno. Lo uso para copiarlo todo en el pendrive y se lo paso a los alumnos. Mientras copian, mi mente procesa a toda velocidad. Vale, tienen los ejemplos, pueden ver la teoría en pantalla, pero me falta la B.D. Puedo instalarla en el ordenador del profesor, pero creo que lleva 20 Kb descargados o algo así. ¡Al menos podría pitar como pitaban los módems antiguos!.

De pronto, me viene la inspiración. Desde informática me han dicho que no puedo conectarme y que no obtendría una IP en mi equipo. Eso es lo que me han dicho. Pero no lo he comprobado. Busco el cable Ethernet conectado al ordenador del profesor y lo conecto a mi MacBook Pro. ¡Voilà!. Tengo acceso a la red local y a Internet. Todo cambia, al fin, para bien. Continuamos con el curso y se acaban los incidentes.

Cosas que he aprendido de esta experiencia:

  • por bien que creas que llevas preparadas las cosas, piensa mal, hasta que te parezca que es de manera absurda. Todo puede torcerse, todo. Y varias veces.
  • las presentaciones las debo llevar en dos pendrives. Si muere uno, tengo el otro.
  • las presentaciones debería copiarlas en formato PDF. Si se muere mi MBP siempre puedo usar cualquier otro ordenador que muestre un PDF.
  • siempre copiarlo todo en Dropbox. Aunque recientemente, en otro curso, me falló Dropbox al ir a bajar una presentación 😀
  • antes de impartir una charla o un curso en un sitio nuevo, confirmar el equipamiento de que dispongo. Me ahorro sustos luego.
  • confirmar las horas y fechas (algo que siempre hago, pero en este caso se ve que no…)
  • no cabrearse es mejor. Solucionas los problemas y te sientes bien por duplicado: porque has solventado el marrón y porque te has controlado a ti mismo.

Por cierto, recuperamos todo el tiempo perdido, de forma que los alumnos no perdieron nada. Eso nunca: lo primero son mis alumnos.

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Pequeños detalles

Ayer, mientras buscaba en Google algún sitio donde hacerme una camiseta con el diseño de Fanboy que ha puesto en el Blog de Macniacos José (La Voz), me apareció entre los enlaces patrocinados este que no pude evitar capturar, cortar y pegar aquí. Es increíble lo que puede cambiar el sentido de una frase por un pequeño detalle 🙂

En cualquier caso consiguió lo que buscaba: llamó mi atención. Y voy a hacerme una camiseta de estas, al menos, para ir a la Conferencia Internacional del Software Libre, a ver qué me dicen 🙂

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El iJam de Shackleton

Logo iJam

Viendo el logo sobran las palabras. Todo aficionado (o no) a las máquinas de Apple debería verse la visita guiada en vídeo de la página del iJam. Imprescindible tener buen humor y no ser seguidor talibán de los Mac. De lo mejorcito: el manual del iJam, disponible en PDF y el iJam nano.

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El tratado del marrón

El tratado del marrón (y los tipos de marrones que existen, así como las técnicas ya archi-conocidas, como el brown-passing) forma parte ya de la cultura informática popular entre los informáticos (al menos los españoles). Muchas veces, en esas conversaciones distendidas que se tienen en los, por otra parte escasos, tensos momentos de descanso en los días previos a la entrega del proyecto estratégico de turno, surgen las bromas sobre los marrones.

También son conocidos como browns. Lo que me sorprende es que muchos informáticos de las nuevas hornadas desconocen estos conceptos, vitales otrora. Para ir refrescándolos, recomiendo encarecidamente la lectura del Tratado del marrón.

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