Fraudismo 101 – Senior en 6 meses

Este post pertenece a la serie Fraudismo 101, dedicada a las fobias y filias del informático.

«Perdona, ¿sabes dónde está Manolo?

Juan, que lleva trabajando de becario en Cárnica Consulting Inc. desde hace seis meses se quita apresuradamente los auriculares con los que escucha música electrónica para programar. Los cascos caen resonando sobre la mesa. Realmente Juan los usa para no escuchar los gritos de los comerciales en el teléfono a dos mesas de distancia. Ventajas de los espacios abiertos o granjas de cubículos. Gallinitas ponedoras. Juan no ha hablado nunca con el Jefe. Desde que entró en Cárnica sólo se ha relacionado con el pequeño grupo de personas que forman su proyecto. Desconoce todo del resto de su empresa. Ventajas de las sinergias para desarrollo humano y de tu carrera profesional que te ofrecen las grandes empresas para crecer como profesional. Y poner mejores huevos.

  • No, está de vacaciones. Le tocaba ahora, creo, ¿no?

Juan está asustado y trata de escoger con cuidado las palabras. Quiere impresionar a su jefe, pero sin que se note. No quiere parecer un listo, pero quiere dejar huella. Su cerebro es como un hormiguero pisoteado: ideas corriendo en todas direcciones, sin rumbo, sin organización. Una idea se apodera del resto. Recuerda a Han Solo diciéndole a Chewbacca «fly casual«

La voz de su jefe le saca de su ensoñación.

  • Ah, es cierto. Bueno, tú también estás en el proyecto ese de los móviles con Android, ¿no?. Vente, que te necesito en una reunión. Serán sólo diez minutos.

La reunión

Para Juan era la primera vez que acudía a una reunión. La mano que sujetaba el cuaderno con el logo de la empresa le sudaba y temía que se le cayera el boli bic al entrar y quedase mal. Había estado en este templo corporativo otras veces, pero para hablar con Manolo, su responsable. Cosas de su proyecto y eso. Para aislarse del ruido reinante.

La sala era como todas las salas de reuniones del mundo Cárnico. Una gran mesa la presidía, ya que según el manual corporativo no escrito siempre deben reunirse al menos diez personas. Que si no no se despilfarra suficiente tiempo y dinero. Imprescindible que al menos dos no tengan nada que aportar a la reunión. Avisar con 10 minutos de antelación da puntos. Sillas incómodas, que venimos a trabajar (en teoría) pero no queremos que se queden a vivir aquí. Es la versión de la dirección de comerse un kilo de churros mojados en café con sacarina. Una TV para proyectar una presentación en PowerPoint cuidadosamente inundada de datos irrelevantes, pero grande, ¡muchas páginas!, que se vea que trabajamos. Y cuadros corporativos que son como memes en papel y con marco de gente enchaquetada. De esos que tienen debajo escrito «motivación» con un ejecutivo saltando una valla con el portafolios en la mano o «trabajo en equipo» y el equipo olímpico de remo con gomina en una barca arrimando el hombro. Siempre he echado en falta uno que ponga «Siesta: lo que todos haríamos si supiésemos vivir». Lo encargaré para mi próxima estartúp.

Juan se sentó. Al parecer la reunión era con el cliente del proyecto. No tenía ni idea de quienes eran. Se intercambiaron nombres y un saludo tímido. Recogió las tarjetas que le alargaron por la mesa. Mis primeras tarjetas de visita, se decía, recogiéndolas como un trofeo y guardándolas con cuidado entre las páginas de su libreta para que no se perdieran. Era como si ya te considerasen adulto. Se excusó por no tener una.

Entonces su jefe empezó a hablar. Sobre el equipo encargado del proyecto, plazos de entrega parciales, facturas y otras cosas que para Juan eran secundarias. En su mundo, lo único interesante es el código. Y luego, de alguna manera mágica desconocida, se transforma en dinero. Como es de rigor en toda reunión, cuando habla otro que no seas tú, miras a otra parte, haces dibujitos en el cuaderno, escribes en el móvil. Hay que estar allí pero enviando el sutil mensaje esto es un tostón.

En un punto de la reunión le preguntaron sobre las analíticas que iban a usar. Aún no estaba claro si usarían las propias de Google o las de Localytics. Así que explicó, con todos los detalles técnicos que nadie había pedido, los pros y contras ende ambas. Aquello pareció impresionar a los reunidos, que afirmaban con la cabeza cada palabra de Juan.

Una idea empezó a formarse en su cabeza «estos no tienen mucha idea de esto», peligroso germen que suele desembocar en ese sentimiento, mitad complejo de superioridad y mitad asco, aderezado por horror al comparar nóminas, que los técnicos sienten hacia los responsables de negocio.

Y le volvieron a preguntar. Algunas cosas las sabia. Con otras se arriesgó y siguió un consejo de su padre «cuando no sepas de algo no digas cosas que luego te hagan quedar como un tonto». Así que respondía con detalle a lo que sabia, pasando por encima de lo que no. Flying casual. Casi podía oler a Chewbie a su lado.

Finalmente le pidieron opinión sobre tiempos, esfuerzos y una serie de ampliaciones sobre la App. Y fue aquí cuando comenzó el pánico a apoderarse de Juan. «Espera, yo sólo soy un becario, el que hace esto es mi jefe. ¡y yo qué sé!», se quejaba en su mente.

Empezó a balbucear excusas sobre no estar preparado, sobre que si eso lo hace mi jefe, pero le miraron con sonrisas y le respondieron: «bueno, tú llevas con este proyecto ya 6 meses, ¿no?»

Senior en 6 meses

Esta es una tragedia a la que todos nos hemos enfrentado. Te asignan un nuevo proyecto, con tecnologías nuevas. En parte te gusta porque hay un montón de cosas que aprender aunque a la vez te da un poco de miedo y respeto. Todo es nuevo y puedes meter la pata, claro. Empiezas a aprender leyendo y haciendo pruebas, pero te gustaría que alguien te guiara porque a medida que avanzas te encuentras con problemas y las dudas te asaltan. Si la tecnología es muy nueva puede que seas el primero en StackOverflow en hacer esa pregunta. Ser pionero da miedito.

Y de pronto han pasado seis meses. Eres de los pocos en la empresa que estabas usando esa tecnología. Arrancan otro proyecto y te etiquetan automáticamente como senior. La autoridad a la que preguntar. El que ya lo sabe todo. Y sientes la presión. Sabes algunas cosas, pero en seis meses lógicamente eres consciente de no haberte convertido en experto. Pero te preguntan. Te piden opinión. Y piensas en si estarás dando información errónea, en si hay otra forma mejor de hacerlo, en si estarás diciendo tonterías, en si eres un Fraude

Esto mismo te habrá pasado si has compartido algo por Twitter. Quizás un truco que viste mientras aprendías. O un script curioso. O un trocito de código. E inmediatamente te etiquetan como experto. Te añaden a una lista. Te llaman crack. El que sabe. El gurú.

Esto no es más que un síntoma de un problema. Las tecnologías cambian y se reinventan a un ritmo frenético. No tengo claro si avanzan, porque al final sólo son herramientas para resolver los problemas y los problemas no son tan distintos ahora y antes. El avance, tal como resalta Uncle Bob en este post no es tan evidente. Sí, ahora tenemos Swift en iOS y Android Studio en Android. Pero podíamos hacer exactamente lo mismo, quizá algo peor, con Objective C y Eclipse. No es una mejora tan evidente. Es una apuesta de futuro. Pero en un mercado en el que cada cinco años has cambiado de SO, IDE, lenguaje y frameworks me río yo de las apuestas de futuro. Ese futuro es muy cambiante.

La informática y especialmente la programación avanzan a ritmo frenético, a veces parece que a ninguna parte. Esto es otro de los detalles que hacen de esta profesión algo tan difícil: tienes que tomar decisiones y resolver problemas cuando realmente eres un novato. Un carpintero es experto tras 20 años de profesión. Nosotros con 20 años de profesión estamos recomenzando con alguna nueva cosa.

Por eso es importante ser capaz de dejar cosas atrás. De desaprender. De ser capaz de usar lenguajes que odias, para resolver un problema. Improvisar, adaptarse, vencer (sí, el Sargento de Hierro de nuevo, no doy para más como Coach). De ver lo común y general en los lenguajes y que no nos ciegue la sintaxis.

Claro, que si no quieres aceptar que siempre serás senior con seis meses de experiencia y la presión que esto conlleva siempre puedes hacerte churrero. Con todo el respeto que me merecen mis churreros de cabecera sólo necesitas: aceite caliente, palillos y darle vueltas a la masa con arte AKA experiencia. Eso no ha cambiado tanto en los últimos 100 años.

Hace 10 años aún no había salido Windows Vista. El mundo usaba XP. En Febrero de 2005 se fundó Youtube. Piensa en ello.